Mañana arranca el Mundial y con él la habitual representación del espíritu de Don Quijote que cada cuatro años interpreta nuestra querida selección y que se traduce en un carrusel de reconocibles sensaciones que, a mi modo de ver, podemos dividir en varias fases:
- Fase 0: Escepticismo. Tiene lugar cuando aún quedan meses para el Mundial y los pocos partidos que realiza España contra equipos mediocres son malos de solemnidad. Reinan los comentarios tipo "vamos a hacer el ridículo", "vaya truño de selección" o "¿cómo se le ocurre convocar a fulanito?" .
- Fase 1: Ilusionismo. Corresponde a los partidos previos de preparación. Aunque objetivamente el balance no sea positivo, nos agarramos a lo que haga falta para fabricar nuestra "firme candidatura" al título. Vale cualquier clavo ardiendo: un jugador en forma, una engañosa clasificación de la FIFA o una jugada brillante (este año ha sido una "cola de vaca", ver el vídeo del final).
- Fase 2: Horroroso Comienzo. Todo un clásico, el primer partido de la competición. Normalmente ante un equipo mediocre, desplegamos nuestro mejor elenco de despropósitos para obtener un resultado malo o muy malo, según sea el caso.
- Fase 3: Recuperación y esperanza. Un buen partido y la acrobacia de las matemáticas nos devuelven la ilusión. Volvemos a tocar el trofeo con la punta de los dedos, aunque aún estemos en la primera fase.
- Fase 4: Despedida y cierre. Estamos en cuartos y la selección hace el mejor partido posible, mostrando un coraje y unas ganas inéditas hasta ese día del campeonato, pero la suerte (esa maldita suerte...) nos da la espalda una vez más, y quedamos eliminados de forma injusta y dolorosa, y muy malheridos por aspas de molino en forma de codo italiano o de árbitro exótico.
Se nota que acabo de entrar en la Fase 1.
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