Una película tan enigmática, embaucadora, fascinante, inexplicable e inconclusa como es Donnie Darko resulta perfecta tal y como es. De principio a fin, fotograma a fotograma, con sus virtudes e imperfecciones, es una obra acabada, redonda, autoexplicativa. Como las grandes obras de arte, cada uno la percibirá de distinta forma, cada espectador la sentirá (o no) a su manera; para mí, como muchos ya sabéis, su música, sus imágenes, sus interpretaciones, componen un lienzo que me resulta profundamente evocador, y sinceramente no sé explicar muy bien por qué. Con razón su director, un veinteañero llamado Richard Kelly, se convirtió inmediatamente en autor de culto (confieso que tengo reparos en ver Southland Tales, su segunda película que, según dicen, lo tira violentamente del pedestal). Es como cuando escuchamos a Nirvana por primera vez en los 90: te enfrentas a algo nuevo, fresco, original, pero tan lleno de referencias que te resulta tremendamente familiar. Inmediatamente se crea un vínculo, una conexión con el autor. Estamos ante la génesis del "fan".
Por eso, como fan confeso de esta peli, se me han revuelto las tripas (bueno, también es que me he tomado una cena algo pesadita, ejem) cuando me he enterado de que van a perpetrar una secuela de esta obra de culto, motivada precisamente por el tirón que sigue teniendo gracias a la intenné, donde para colmo de males ni siquiera va a intervenir el propio Richard Kelly. Sí, han contratado a la actriz que hacía de hermana pequeña de Donnie (igual que Linda Blair volvió a protagonizar la que para muchos es la peor secuela de la historia: El Exorcista 2), pero lo mires por donde lo mires Samantha Darko huele a bodrio por los cuatro costados. Qué pena.
Y por cierto, sin ser yo muy fan de Nirvana, esto otro también me parece un crimen execrable. ¡Qué grima da!
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